Cualquiera puede sacar una foto, pero solo unas pocas personas son capaces de hacer que duren para siempre, inmortalizando una parte imborrable de la historia en la memoria de cualquiera que la observe. Hoy queremos llevarte al descubrimiento de fotógrafos famosos que han conseguido emocionarnos a lo largo de los años con sus inolvidables fotos.
Lo primero que podemos aprender de estos verdaderos artistas es que los fotógrafos famosos no nacen, se hacen. De hecho, solo con la técnica no es suficiente, también es necesario tener algo que comunicar, un mensaje que cuente una historia y agite las conciencias.
Por eso, si tú también estás dispuesto a seguir los pasos de los famosos fotógrafos, es fundamental estudiarlos cada día: aprender de ellos los secretos de su arte, dejarte inspirar por sus inmensas obras, captar todos los matices que hacen que sean únicos e irrepetibles.
Pero, para conocer a fondo a un artista, no basta con ver sus obras, también es fundamental descubrir su historia, su vida y todo el pasado que vivió y que le llevó a ser lo que es hoy.
Al hacer esto, también podrás aprender qué hay detrás de las fotos más icónicas de estos famosos fotógrafos, analizando a fondo todos sus trabajos más sensacionales.
Tras esta necesaria premisa, hoy te contamos las historias de dos de los hombres más ilustres del panorama fotográfico: William Klein y Ansel Adams. Evidentemente la lista sería muy larga y, por suerte para nosotros, hay muchos fotógrafos talentosos, pero queríamos hablarte de ellos porque los consideramos dos perfectos ejemplos que pueden explicar qué convierte a un fotógrafo corriente en un famoso fotógrafo.
William Klein: el más inconformista de los fotógrafos famosos
El polifacético William Klein, nacido en Nueva York en 1928, además de ser uno de los fotógrafos más influyentes de su siglo, fue también un célebre escultor, pintor y director, que hizo del inconformismo su seña de identidad.
Hijo de una familia de origen judío, pudo vivir en primera persona el antisemitismo rampante de los años treinta. De carácter sarcástico, brillante, y amante del arte, siempre rechazó la cultura de masas. Después de pasar la mayor parte de su juventud dentro del MoMA, en 1948 decidió convertirse en alumno de la Sorbona de París donde pudo estudiar con dos grandes maestros: André Lothe y Fernard Leger. Este último en particular, invitaba a sus alumnos a oponerse al conformismo y a los valores burgueses que dominaban el mundo del arte.
Durante sus estudios, se casa con Jeanne Florin, instalándose en París, donde experimenta con la escultura y la pintura, inspirándose en la Bauhaus, en Mondrian y Max Bill.
Después de dirigir dos representaciones teatrales en el Piccolo de Milán y de colaborar con el arquitecto Angelo Mangiarotti, también comienza a experimentar con la fotografía, inspirándose en Moholy-Nagy y Kepes. Recibe el sobrenombre de «antifotógrafo», superponiendo pintura abstracta y fotografía.
En este período, Alex Liberman, pintor y editor de Vogue América, lo invita a Nueva York para ofrecerle un trabajo: cuando Liberman le pregunta qué le gustaría hacer, Klein le responde que le hubiera gustado fotografiar la Gran Manzana de una forma innovadora, creando un diario fotográfico.
La propuesta conquistó a Liberman, quien inmediatamente le ofreció un contrato y un préstamo, allanando así el camino para que Klein se convirtiera en uno de los fotógrafos más famosos de todos los tiempos. Para crear esta inmortal obra maestra, Klein dice que trató a los neoyorquinos como lo haría un explorador con una tribu zulú, creando fotografías que eran toscas, llamándolas el «grado cero de la fotografía». Su estilo siempre ha tenido como objetivo socavar los cimientos de la objetividad, subvirtiendo tanto los cánones como las superestructuras establecidas, pero sin imponer nunca un nuevo gusto o norma. Gracias a su experimentación formal y de contenido que trastocó todas las reglas de la composición, Klein fue incluido, por derecho, en el Olimpo de los fotógrafos famosos.
Casi todas sus fotografías nunca están limpias ni ordenadas, sino que siempre están desenfocadas, «mal» compuestas y cortadas. Esto ha hecho que su arte sea eterno, infundiendo a cada foto una carga y vitalidad únicas. Su mayor éxito fue transformar el llamado error fotográfico en un nuevo método de expresión. Klein, a diferencia de otros fotógrafos célebres de la época, consideraba inútil la obsesión por la técnica: para él, de hecho, la belleza de la foto no dependía del filtro o del objetivo adecuados, sino de todo lo demás.
En la década entre 1955 y 1965 también se convierte en fotógrafo de moda, aunque el sector no le interesaba mucho. Esta experiencia le dio la oportunidad para experimentar con nuevas técnicas fotográficas, introduciendo en este campo el uso del gran angular, la exposición múltiple y uso conjunto de largas exposiciones y flashes.
El libro que le hizo saltar a la palestra, convirtiéndolo aún hoy en uno de los fotógrafos más populares de todos los tiempos, fue «La vida es buena y es buena para ti en Nueva York», que vio la luz cuando trabajaba para Vogue. Esta auténtica obra maestra fue considerada por muchos como la obra que sentó las bases de la fotografía callejera, recibiendo el prestigioso premio Nadar en 1957.
El libro rechaza las limitaciones que impone la fotografía, representando a las personas más humildes en su vida cotidiana. Las fotos son crudas, desenfocadas, incluso vulgares pero llenas de vida real.
La imagen que se desprende de esta obra es la de una Nueva York sucia y abandonada. Obviamente, al principio este proyecto atrajo distintas críticas tanto del público como de los profesionales.
Sin embargo, a pesar de los inevitables detractores iniciales, la obra de Klein entró en el corazón de todos los amantes de la fotografía, no solo la más genuina y sin artificios, vehiculando un mensaje capaz de transmitir las emociones más humanas y auténticas.
Ansel Adams: el maestro de los fotógrafos famosos del siglo XX
Ansel Adams es considerado uno de los padres fundadores de la fotografía de paisaje, capaz todavía hoy de innovar gracias a sus ideas y su estilo actual.
La peculiaridad que le convirtió en uno de los fotógrafos más célebres del siglo pasado está en el alma de este maestro, definido por todos como el reflejo de su infancia.
Nacido en 1902 en San Francisco vivió en primera persona, siendo un niño, el terremoto que sufrió la ciudad en 1906, una terrible experiencia que, desde entonces, le llevó a sentir el encanto del entorno que lo rodeaba para siempre.
Comenzó su viaje fotográfico a los 14 años, durante una visita al Parque Nacional de Yosemite, donde con su primera Kodak Brownie comenzó a enamorarse de esta profesión, llevándolo a hacer del paisaje y la naturaleza en blanco y negro su seña de identidad.
Tras abandonar sus estudios y sobrevivir a la gripe española, decide unirse al Sierra Club, una organización ecologista que organiza viajes anuales, aprovechando esta oportunidad para mejorar mucho más su técnica.
Sin embargo, la primera y verdadera oportunidad que le llevó a convertirse en uno de los mejores fotógrafos de todos los tiempos fue el encuentro, en 1926, con Albert Bender, quien financió su primer proyecto «Parmelian Prints of the High Sierra», trabajo que le reportó 4000 dólares.
El estilo de esas fotos es un enfoque delicado y pintoresco en el que Adams lleva a las personas a un contexto natural sin ningún tipo de distorsión.
En 1932 fundó el grupo f/64, inspirándose el nombre en la apertura mínima del diafragma, una técnica articulada, que da la posibilidad de ampliar la profundidad de campo, reduciendo el desenfoque del fondo y aumentando los detalles.
Muchas de las fotos realizadas por Ansel Adams durante las excursiones del Sierra Club, sacaron a la luz una serie de problemas relacionados con el medio ambiente como son: el turismo de masas, el marketing y el urbanismo agresivo.
La enorme empatía del fotógrafo se fundió a la perfección con las vistas, dando vida a fotos reales y sin filtros. Ansel Adams se convirtió así en un promotor de la naturaleza salvaje americana, mostrando la naturaleza indomable socavada por la acción destructiva del hombre.
Sin embargo, su propósito no era denunciar la degradación causada por el descuido de las personas, sino celebrar la espectacularidad de la naturaleza perfecta y conmovedora.
Lo que continúa haciendo de Ansel Adams uno de los fotógrafos más famosos del mundo es la invención del sistema zonal: una técnica fotográfica en blanco y negro que, todavía hoy en día, se puede usar tanto para fotografía analógica como digital, sea monocromática o no.
Este sistema prevé el estudio de la exposición para crear toda la esfera de sombras que forman parte de una escena. El objetivo es dar vida a una imagen lo más fiel posible a la realidad, simplificando el encuadre de la cámara.
Para Adams todo tipo de fotografía debe ser el reflejo de su autor: una persona cuanto más estudie, más fotos saque, lea, vea películas y escuche música, más crecerá como ser humano y sus obras mostrarán todo lo que lleva dentro.
Por eso es necesario alejarse lo máximo posible de la banalidad e infundir alma a cada foto. Este es el secreto para convertirse no solo en un fotógrafo famoso, sino también en un verdadero artista.
La última importante lección de Adams radica en la conciencia de la fotografía. Lo que quiere decir el maestro es que lo analógico planteaba un límite preciso de fotos frente a lo digital.
De hecho, para él, uno no debe excederse nunca porque la fotografía digital es el suicidio de la creatividad. Por eso, es esencial pensar y observar cuidadosamente cada detalle de la escena antes de sacar la foto.
Esto llevará a cada fotógrafo a afinar su conciencia y a mejorar su técnica, acercándolo poco a poco al estilo atemporal de los fotógrafos famosos que han hecho y siguen haciendo historia ayer, hoy y mañana.
